Perspectivas Regionales

La educación como función y herramienta en el proceso de decolonización de los museos

La educación en el museo debe ser el motor para pensar a la colonialidad, en nuestro caso, desde Latinoamérica y el Caribe. Desde allí nos enfocaremos en el diseño colectivo y el desarrollo de proyectos y acciones que sitúen a la educación como un valor, un derecho y una herramienta para decolonizar miradas, ideas, preconceptos, creencias, para pensarnos e identificarnos en nuestra propia colonialidad y romper con la hegemonía de los discursos, las narrativas y el monopolio del saber.

Recordando a Paulo Freire, en referencia a la constante de toda nuestra vida colonial, decía que el hombre: “[…] siempre dominado por el poder. Poder de los señores de las tierras. Poder de los gobernadores-generales, de los capitanes-generales, de los virreyes, de los capitanes mayores. […] Así vivimos todo nuestro periodo de vida colonial: presionados siempre, casi siempre imposibilitados de hablar. La única voz que se podía oír era la del púlpito” (cit. en Walsh, 2013: 90).

Desde este lugar hasta es posible preguntarnos qué de real y qué de utópico tienen estas intervenciones para la llegada de un nuevo paradigma que irrumpa desde las comunidades.

Al tomar el término y el significado de utopía, siempre lo asociamos a lo “no posible, a lo que no se logrará”. Es un vocablo que deriva del griego, y su significado es “no hay tal lugar”. En este aspecto, Tomás Moro (2013 [1516]) lo usa para describir una sociedad ideal y, por lo tanto, inexistente; él aborda además los temas fundamentales como la felicidad y el cuidado del individuo, la armonía de la sociedad, el gobierno significativo, la propiedad privada o la propiedad colectiva. Hace años, en Cartagena de Indias durante una charla universitaria junto a Eduardo Galeano, Fernando Birri dijo que “la utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar” (Fernando Birri… 2021).

Y si recordamos las palabras de Jean-Paul Sartre, él expresa que las ideas antes de materializarse tienen un extraño sabor a utopía.

Asimismo, evocando a la “estética de la utopía”, Quijano (2014: 740) caracteriza como una “fiesta de origen” el ingreso de América Latina a este horizonte de utopía como el “más apto territorio para la historia de este tiempo que llega”. La utopía de la liberación se encuentra enlazada a la de la identidad. Esta estética de la utopía es, ante todo, una “estética subversiva”. La utopía es, para el autor, “un proyecto de reconstitución del sentido histórico de una sociedad” (2014: 733). Toda utopía es la búsqueda de liberación de una sociedad del orden presente; búsqueda de subversión del mundo.

Entonces, si la utopía sirve para caminar y la aspiración que tenemos es la de un mundo mejor, el de un museo comprometido con la vida y con acudir a dar respuestas a las/os excluidas/os, donde se dé el reconocimiento del otro como sujeto, me propongo pensarla como una posibilidad. La posibilidad de “decolonizar” al museo por medio de la educación con el implícito objetivo que ello es el medio para la transformación social que deseamos.

Para comenzar a recorrer este proceso, es necesario poner en contexto conceptos, así como aspectos que determinarán nuestro andar en pos del fin propuesto.

En primer término, Quijano (1992 [1989]) expresa que es necesaria la decolonización epistemológica para dar paso a una nueva comunicación intercultural, a un intercambio de experiencias y de significaciones, como la base de una otra racionalidad que pueda pretender, con legitimidad, alguna universalidad. Mignolo (2009), por su parte, escribe que el pensamiento decolonial es una opción (decolonial) de coexistencia (ética, política, epistémica). No de coexistencia pacífica, sino de conflicto y de reclamo al derecho de re-existencia. La decolonización de la historia narrada y del pensamiento historiográfico imperial es parte de la tarea del pensamiento decolonial.

Entonces, podemos afirmar que los museos son dispositivos de la colonialidad, pues desde sus orígenes institucionales, en el siglo XIX, sustentaron sus relatos en los valores historiográficos del paradigma científico dominante, positivista y eurocéntrico. Desde estos lineamientos, oficiaron como instrumentos para la reproducción del orden social, sostenedores de la hegemonía de los grupos dominantes y agentes en la preservación de la desigualdad en el acceso a la cultura.

Aquí debemos preguntarnos, para avanzar, de qué forma es posible emprender actividades educativas desde la decolonialidad en el museo, a lo que nos provoca otros interrogantes como los trabajados desde el Grupo de Interés Especial ‘Educación en museos y decolonialidad’ del Comité de Educación y Acción para América Latina y el Caribe (CECA LAC): ¿Cómo desmontar los relatos museográficos tradicionales? ¿Qué líneas de análisis pueden dejarnos inteligir, a partir de esas colecciones, nuevas posibilidades de lectura? ¿Qué teorías pueden abrir ciertas claves de interrogación que nos permitan ir encontrando, en esos textos-relatos “marcas” de presencias, ausencias, sesgos, omisiones, olvidos y silencios?

Consideramos que los estudios poscoloniales pueden aportar alternativas para pensar estos interrogantes. La crítica poscolonial propone una subversión de los paradigmas hegemónicos a partir de la reconsideración de la historia desde el punto de vista de las/os que sufrieron la colonialidad. El objetivo es decolonizar el conocimiento occidental desmontando la herencia ideológica del colonialismo. La colonialidad del poder es causa y efecto de un patrón de poder global, pregnante, performativo o de afectación, que involucra al ser y al saber.

El desborde de los límites de los museos, en términos de Cartagena y León (2014: 8), “propone comprender la cualidad procesual y móvil de las negociaciones, tensiones y prácticas simbólicas a partir de las cuales los museos deberían problematizar su actividad para el momento actual”. Sin embargo, nos preguntamos permanentemente –aún infiriendo que la respuesta es general o habitualmente evadida– ¿qué poder de transformación poseen dichas instituciones?

Ahora, cuál puede ser un punto de partida que ponga a consideración la educación en el museo, función transversal a las demás que ejerce la institución, para llevar adelante acciones decoloniales que promuevan la transformación real en los equipos y en relación con las comunidades diversas que el museo debe alojar.

Creo que, primeramente, se debe reconocer y asumir el lugar colonial desde el cual el museo se presenta, para posibilitar cambiar el discurso museográfico actual hacia otro más crítico e incluyente, relativizando las visiones dominantes y mostrando que hay otras maneras de explicar el mundo.

Es necesario y hasta inaplazable plasmar un trabajo educativo hacia el propio equipo del museo, comenzando a distinguir en sus cuerpos, en su historia, en el trazado de sus vivencias, dónde sienten su propia herida colonial. Y a partir de las respuestas, vendrá la pregunta de por qué están invisibilizadas determinadas narrativas en el discurso, qué motiva que lo estén, quién decidió que así fuera, quiénes están y quiénes faltan en esos relatos. Mignolo (2009) dice, en este sentido, que el museo absorbe contenidos sin cambiar la enunciación y, así, la decolonialidad aspira a cambiar los términos de conversación.

Es importante atender a los lineamientos metodológicos que nos permiten reconocer las prácticas educativas provenientes de la colonialidad, porque serán el puntapié para construir, en clave decolonial, programas y proyectos. Aquí podemos contar con corrientes que nos pongan luz, como las pedagogías situadas y las pedagogías críticas. Por ejemplo, en el campo de estas últimas, sabemos que nos proponen hacer uso del pensamiento crítico colectivamente, sin el temor o el prejuicio de debatir sobre temas vedados o restringidos, con el propósito de avivar el cuestionamiento, la deconstrucción de saberes (muchos de ellos de tono academicista) y la reflexión para avanzar.

Si logramos lo anterior, daremos un nuevo paso, que será el de propiciar las relaciones horizontales, en las que las comunidades puedan reconocerse y ser parte activa en la construcción de nuevas narrativas.

Sabemos que lo que existe en los museos se puede decir de otra manera, contribuyendo de este modo a la interculturalidad. Se trata claramente de una dinámica decolonial – poscolonial, que aprueba la decolonización del conocimiento y en la que el aporte del “artivismo curatorial” puede jugar un papel transcendental que, aunque revolucionario, puede llamar la atención sobre la diversidad que circunda a la institución museo.

A partir de ese reconocimiento, se deben generar más y renovados espacios para que se construyan nuevos caminos, nuevos discursos y nuevas posibilidades de conocimiento junto a las comunidades. Construir por medio del acto educativo para alcanzar una nueva utopía para la transformación social, en la que el museo exponga su verdadero rol frente a las invisibilizaciones de diferentes colectivos que deben estar dentro del museo. Esa “nueva utopía” que albergue un nuevo sentido histórico.

Ibermuseos: un Programa de apoyo y promoción a la educación en museos

El Programa Ibermuseos, desde su nacimiento, tiene como misión “contribuir a la articulación de las políticas públicas museológicas en Iberoamérica, favoreciendo el desarrollo sostenible y la integración regional de los museos” y, por medio de ello, generar acciones que promuevan más y mejores alternativas en lo concerniente a la función social que posee el museo.

Dentro de esta, y atendiendo al rol del museo con relación a sus comunidades, son las áreas educativas las que, en muchas de estas instituciones, llevan adelante el diseño de proyectos con el fin de generar la amplia inclusión de sus comunidades.

Sabemos también que estos proyectos tienen un alto impacto cuando son pensados y formulados junto a los distintos colectivos, ya que, de ese modo, la pluralidad de voces es sustancial para conocer sus realidades, sus necesidades y sus intereses al momento de trabajar en propuestas en el museo, que tengan especial incidencia en sus vidas y en la transformación de situaciones adversas.

Desde 2010, el Premio Ibermuseos de Educación, indudablemente, reconoce el valor que cobra el acto educativo y favorece su desarrollo como una función esencial y relevante en los museos, y su trascendental importancia para las comunidades.

La premiación de trabajos presentados desde museos públicos, privados o mixtos, en los que las áreas educativas trazan ideas y planifican acciones junto a actores sociales diversos, es un invalorable aporte. Proyectos en perspectiva de género, por los derechos humanos, la accesibilidad, la memoria, la decolonización, entre tantos otros temas, son la razón de existencia e importancia de los museos. Fomentarlos y generar nuevos espacios de construcción para el acto educativo allanan el camino hacia la transformación social.

Referencias

Cartagena, M. F. y León, C. (2014). El museo desbordado. Debates contemporáneos en torno a la musealidad. Quito: Ediciones Abya-Yala.

Fernando Birri, el padre del nuevo cine latinoamericano. (2021, 12 de março). Secretaría de Cultura, Ministerio de Capital Humano, Argentina. https://www.cultura.gob.ar/fernando-birri-10247/

Mignolo, W. (2009). La idea de América Latina, la derecha, la izquierda y la opción decolonial. Revista Crítica y emancipación, 2: 251-257.

Morus, T. (2013 [1516]). Utopía. Madri: Ediciones Rialp.

Quijano, A. (1992 [1989]). Colonialidad y modernidad/racionalidad. Em H. Bonilla (comp.), Los conquistados. 1492 y la población indígena de las Américas, pp. 437-448. Bogotá: Tercer Mundo Editores / FLACSO-Equador/ Libri Mundi.

Quijano, A. (2014). Estética de la utopía. Em Cuestiones y horizontes: de la dependencia histórico-estructural a la colonialidad/descolonialidad del poder, pp. 733-741. Buenos Aires: CLACSO.

Walsh, C. (2013). Pedagogías decoloniales. Prácticas insurgentes de resistir, (re) existir y (re) vivir. Quito: Ediciones Abya-Yala.